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Foto del escritorMiriam (Bibliotecaria)

Cuentos de NAVIDAD



La Navidad ya está acá…

es uno de los momentos más especiales y mágicos del año

¡el momento para que mil historias ocurran!

Las Navidades han inspirado a múltiples autores, el ambiente de felicidad, melancolía y la alegría del reencuentro familiar son usualmente temas de los cuentos navideños. Suelen ir cargados de ilusión, magia, nieve e incluso algún que otro reno… ¡o una oveja que se haya escapado del pesebre!

Hoy recopilamos algunos cuentos de Navidad para que toda la familia disfrute en esta época tan especial.

¡Ojalá les gusten!





El hombre de jengibre

La cocina se llenó del olor dulce de especias, y cuando el hombre de jengibre estaba crujiente, la vieja abrió la puerta del horno. El hombre de jengibre saltó del horno, y salió corriendo, cantando
- ¡Corre, corre, tan pronto como puedas! No puedes alcanzarme. ¡Soy el hombre de jengibre!
La vieja corrió, pero el hombre de jengibre corrió más rápido. El hombre de jengibre se encontró con un pato que dijo
- ¡Cua, cua! ¡Hueles delicioso! ¡Quiero comerte!
Pero el hombre de jengibre siguió corriendo. El pato lo persiguió balanceándose, pero el hombre de jengibre corrió más rápido. Cuando el hombre de jengibre corrió por las huertas doradas, se encontró con un cerdo que cortaba paja. El cerdo dijo:
- ¡Para, hombre de jengibre! ¡Quiero comerte!
Pero el hombre de jengibre siguió corriendo. El cerdo lo persiguió brincando, pero el hombre de jengibre corrió más rápido. En la sombra fresca del bosque, un cordero estaba picando hojas. Cuando vio al hombre de jengibre, dijo
- ¡Bee, bee! ¡Para, hombre de jengibre! ¡Quiero comerte!
Pero el hombre de jengibre siguió corriendo. El cordero lo persiguió saltando, pero el hombre de jengibre corrió más rápido. Más allá, el hombre de jengibre podía ver un río ondulante. Miró hacia atrás sobre el hombro y vio a todos los que estaban persiguiéndole.
- ¡Paa! ¡Paa! exclamó la vieja.
- ¡Cua, cua! graznó el pato.
- ¡Oink! ¡Oink! gruñó el cerdo.
- ¡Bee! ¡bee! — baló el cordero
Pero el hombre de jengibre se rió y continuó hacia el río. Al lado del rio, vio a un zorro. Le dijo al zorro
- He huido de la vieja y el pato y el cerdo y el cordero. ¡Puedo huir de ti también! ¡Corre, corre, tan pronto como puedas! No puedes alcanzarme. ¡Soy el hombre de jengibre!
Pero el zorro astuto sonrió y dijo
- Espera, hombre de jengibre. ¡Soy tu amigo! Te ayudaré a cruzar el río. ¡Échate encima de la cola!
El hombre de jengibre echó un vistazo hacia atrás y vio a la vieja, al pato, al cerdo y al cordero acercándose. Se echó encima de la cola sedosa del zorro, y el zorro salió nadando en el río. A mitad de camino, el zorro le pidió que se echara sobre su espalda para que no se mojara. Y así lo hizo. Después de unas brazadas más, el zorro dijo:
- Hombre de jengibre, el agua es aún más profunda. ¡Échate encima de la cabeza!
- ¡Ja, Ja! Nunca me alcanzarán ahora rió el hombre de jengibre.
- ¡Tienes la razón! chilló el zorro.
El zorro echó atrás la cabeza, tiró al hombre de jengibre en el aire, y lo dejó caer en la boca. Con un crujido fuerte, el zorro comió al hombre de jengibre.
La vieja regresó a casa y decidió hornear un pastel de jengibre en su lugar.
Fin

Fuente: http://www.cuentosinfantilesadormir.com/cuento-Navidad-el-hombre-de-jengibre.htm



La rana Lucy y el grillo Guillermo (Un cuento de navidad)

Caía la noche y un gran manto de nieve, cubría el parque. Un parque tranquilo, donde el ruido dormía y sólo los murmullos de los animalitos se escuchaban en la oscuridad.
Tras la ventana de una casita hecha de hojas vivía la rana Lucy, era una ranita muy alegre, con grandes ojos y patitas cortas. Miraba embobada como los copos bajaban lentamente como si estuvieran bailando una danza.
En el parque también vivían otros animalitos, pero eran muy orgullosos y presumidos, sólo el grillo Guillermo quería de verdad a la ranita.
Era un grillo negro, muy negro, pero muy educado y elegante, tenía un bonito sombrero que sólo se ponía en las grandes ocasiones.
Llego el día que todos esperaban, la fiesta de Navidad, la rana y el grillo, tenían muchos deseos de ver todos los adornos de la gran ciudad y pensaban acercarse a ver un gran Belén viviente que iban a colocar en la Plaza Central. Les gustaba mucho cantar villancicos. A veces se ponían un poquito tristes de estar tan solitos, pero enseguida recordaban dónde jugaban los niños, y disfrutaban de verlos correr y reír. ¡Todas las penas se marchaban!

Lucy y Guillermo se prepararon para ir a la ciudad. Lucy se puso su chaleco y su bufanda a cuadros y Guillermo su sombrero de copa.
Atravesaron el parque. Algunos animalitos se burlaron de ellos, diciendo: ¡Miren que pintas llevan!, ¡Se creen muy finos!
Pero nuestros amigos no le dieron importancia y siguieron su camino.
Al poco tiempo oyeron un gemido, se preguntaron: ¿Qué es eso?
Cada vez lo oían más cerca. De pronto, descubrieron un pobre saltamontes que estaba aterido de frío.
¡Pobrecito, qué te pasa? Dijo Lucy.
Estaba saltando y se me echó la noche encima, me quedé tan helado que no podía moverme. Los animalitos me vieron, pero ninguno me ayudó.
¡Ves Guillermo! Dijo Lucy.
Todos son muy orgullosos, pero no tienen corazón.
La ranita y el grillo, le prestaron sus ropas y lo abrigaron, mimándolo para que entrara en calor.
El saltamontes agradecido, les dijo: Conozco un lugar donde podéis pasar las mejores navidades de vuestra vida, además hay un Belén tan bonito que no se lo olvidarán nunca.
Allí, fueron los tres. Era cierto lo que les contó el saltamontes.

En una cunita de paja, había un niño tan bonito, y tenía una mirada tan dulce que a la ranita se le escapó una lágrima.
Un buey y una mula le guardaban y, San José y la Virgen María, le velaban.
Se acercó a él, despacito, dando dos saltitos y le susurró al oído: Yo sé, que eres Jesusito, que amas mucho a los niños, yo también. Tal vez juntos podamos luchar para que siempre sean felices y no lloren.
¡No quiero que se odien!
¡Creemos entre todos un mundo mejor!
Sé que eres sólo un muñeco, y que los que me miran pensaran que soy una rana loquita, pero yo sé que me escuchas.
La ranita se dio la vuelta y de repente el grillo chilló: ¡Ranita, ranita, el niño te ha sonreído!
Era verdad, una gran sonrisa iluminaba la cara del niño Jesús.
Tal vez el niño no sonrió, pero lo importante es que en nuestro corazón tengamos tanto deseo de amor, como la ranita, que nos haga creer hasta en lo que no es real.
Los amigos volvieron a casa, y esa fue la Navidad más feliz de su vida.



El Reno Rudolph
Un reno llamado Rudolph que había nacido con una curiosa y peculiar nariz roja, grande y brillante, caminaba solo por el mundo porque los demás renos se burlaban siempre de él, diciéndole que parecía un payaso o que tenía una manzana por nariz. 
Rudolph se sentía muy avergonzado y cada día se alejaba más de la gente. Su familia sentía mucha pena por él.
Siempre estaba deprimido y con el apoyo de sus padres, a los cuales les daba mucha pena,  Rudolph decidió abandonar el pueblo adonde vivía y empezó a vagar sin rumbo durante mucho tiempo.
Se acercaba la Navidad y Rudolph seguía solo por su camino. Pero una noche, en víspera navideña, en que las estrellas brillaban más que en otros días en el cielo, Papá Noel preparaba su trineo, como todos los años. Contaba y alineaba los 8 renos que tiran de su trineo para llevar regalos a todos los niños del mundo. Santa Claus ya tenía todo preparado cuando de repente una enorme y espesa niebla cubrió toda la tierra.
Desorientado y asustado, Papá Noel se preguntaba cómo lograrían volar el trineo si no conseguían ver nada. ¿Cómo encontrarían las chimeneas?, ¿Dónde dejarían los regalos? A lo lejos, Santa Claus vio una luz roja y brillante y empezó a seguirla con su trineo y renos. No conseguía saber de qué se trataba, pero a medida que se acercaban, llevaran una enorme sorpresa. ¡Era el reno Rudolph! Sorprendido y feliz, Papá Noel pidió a Rudolph que tirara él también de su trineo. El reno no podía creerlo. Lo aceptó enseguida y con su nariz iluminaba y guiaba a Santa por todas las casas con niños del mundo.
Y fue así como Papá Noel consiguió entregar todos los regalos en la noche de Navidad, gracias al esfuerzo y la colaboración del reno Rudolph. Sin su nariz roja, los niños estarían sin regalos hasta hoy. 
Rudolph se convirtió en el reno más querido y más admirado por todos. 
¡Un verdadero héroe!
Fin
Fuente: http://www.cuentosinfantilesadormir.com/cuento-Navidad-rudolph.htm




Cartas a Papá Noel
(Del libro “Nadie te creería“)

Querido Papá Noel:
Te quiero mucho. Hoy fuimos a la playa y tomamos un helado. Tengo seis años. En patín jugué al jockey y ningún día lo había jugado con palo para que no nos lastimáramos. Ahora patino bien y el 7 de diciembre va a haber una clase para que los padres vean que no nos lastimamos, pero vos no podés venir porque sos papá, pero Noel, que es distinto. Pero a lo mejor si querés vení lo mismo total en la entrada nunca se fijan. Te pido un max steel, un disfraz de doctora verde, lapiceras de color verde oscuro y claro, violeta oscuro y claro, celeste, azul oscuro, un juguete de las chicas súper poderosas, una barbie con vestido de casamiento, una estrellita, una luna, un sol, una flor, un árbol con naranjas, una nube, una piedra, un pez, un ángel, una vaca, una abeja, un abanico y un acordeón.
 Te mando un beso
 Clara

 Querida Clara: en este momento no tengo patines ni hockey.
 Lo lamento. ¿Te gustaría pedir otros regalos?
 Afectuosamente.
 Papá Noel

 Querido Papá Noel: nada que ver. Tenés que leer bien las cartas. Lo del hockey con patines es algo que hice, mi pedido era lo otro. Y de paso quiero cambiar el disfraz de doctora verde. Que sea uno de verdad, blanco. La piedra no, porque ayer encontré una. Mejor traeme  más estrellitas.
 Te mando otro beso, Chau
 Clara.

 Querida Clara: te pido disculpas por la confusión, y te agradeceré que repitas el pedido porque las cartas que contesto se archivan en otra parte y no la tengo a mano. Espero que puedas hacerlo pronto. Se acercan las fechas en las que preparamos los regalos, ¡y estamos ansiosos por complacerte!
 Afectuosamente
 Papá Noel

 Papá Noel: ¿qué les pasa ahí? Te había pedido un disfraz de doctora verde, el disfraz, no la doctora; pero después te dije mejor blanco y de una de verdad. Después también te pedía estrellitas y algún juguete de las chicas súper poderosas, lápices de muchos colores, pero blancos no, una vaca, abejas, un abanico, una bicicleta. No me acuerdo del todo, porque la carta se las mandé y era larga ¡y ustedes la perdieron! ¿No la pueden buscar mejor? Me acuerdo de la Barbie para casamiento y un árbol con naranjas. ¡No pierdan ésta también! Ah, y un piano.
 Bueno, chau
 Clara

 Querida Clara: soy la secretaria de Papá Noel. Me pide te avise que encontramos tu primera carta ¡Qué buena noticia, ¿verdad?! Ruega que lo disculpes por no responderte personalmente, pero a la locura de trabajo que tenemos siempre en octubre, preparando los regalos, se sumó una descompostura en uno de los renos a raíz de una modificación en su alimentación. Cambiamos de veterinario por problemas de presupuesto, pero, como siempre, lo barato sale caro y el nuevo les dio una dieta que los puso fatales. Ya regresamos con el anterior, pero este lamentable incidente nos consumió una increíble cantidad de tiempo. De todos modos, Papá Noel, me pide que te transmita la seguridad de que todos tus regalos estarán listos a tiempo. Sólo una pregunta: lo que pediste en las dos cartas no coincide exactamente, ¿cuál te complacería que atendamos?
 Afectuosamente
 Esther Noel

 Queridos Esther, Papá Noel, el Reno o la rueda del trineo, o quien quiera que sea que lea esta carta y me la conteste: ¡Ni me acuerdo si eran diferentes las dos cartas! Traigan todo y listo, qué sé yo. O las mismas cosas que pido en las dos. Lo que más me importa es el disfraz de médica de verdad, blanco, y la Barbie de casamiento. Ah, y la estrellita, el acordeón, la planta de naranjas y libros.
 Pónganse las pilas.
 Clara

 Querida Clara: soy la secretaria personal de Esther Noel. Ella me pide que la disculpes por no contestar personalmente tu correo. Está atendiendo a Papá Noel quien sufrió un pequeño accidente, nada grave, una caída que le produjo una leve fractura en un pie. Él mismo insistió en que te hagamos saber que está bien, que no debes asustarte, el médico le aseguró que en quince días podrá apoyar el pie de manera normal, y que todas las placas muestran que la lesión no reviste importancia. No debes preocuparte, a todos pueden ocurrirnos estos pequeños accidentes.
 Afectuosamente
 Silvia Noel

 ¿Y mis regalos? ¿Ya eligieron de las dos cartas?
 Clara

 Querida Clara: soy Esther, nuevamente. Estamos muy felices. ¡Nuestro querido Papá Noel ya se encuentra repuesto! Mandó decirte que tu pedido está completo y embarcado. Esperamos que seas muy feliz con esas cosas tan bellas que pediste. Has de ser una niña muy especial para haber hecho una solicitud tan hermosa. Te ruego que sepas disculpar los inconvenientes que ya superamos.
 Un afectuoso abrazo
 Esther Noel

 Querido Papá Noel, y tu secretaria y la secretaria de tu secretaria y el reno con diarrea: les escribo esta carta después de abrir los regalos. Muchas gracias por el elefante de porcelana blanco, es muy práctico, y sobre todo tan bonito. Los videos de carreras de coches son sumamente interesantes. ¡Con el álbum de figuritas del fútbol español aprendí cosas importantes! Qué bueno que conseguiste el disfraz verde de doctora que te había pedido en mi primera carta y que después cambié de opinión. Y ese cenicero con forma de ajedrez, también muy lindo. El Power Ranger rojo es muy parecido a la Barbie de casamiento. Los borceguíes de alta montaña, aprovechando que eran número 43, se los regalé a mi tío Alberto.
 Con profundas emociones
 Clara
© Luis Pescetti
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En Navidad, disfruta de la verdadera leyenda de Papá Noel

Cuenta la historia que Nicolás de Bari, que luego se convertiría en San Nicolás, nació en el siglo IV en Patara, una ciudad del distrito de Licia, en lo que actualmente es Turquía, dentro de una familia rica y acomodada.
Desde su niñez, Nicolás destacó por su bondad y generosidad con los más pobres, preocupándose siempre por el bien de los demás. Siendo todavía muy joven, el muchacho perdió a sus padres, víctimas de una epidemia de peste, y se convirtió en el heredero de una gran fortuna. A sus 19 años, Nicolás decidió dar toda su riqueza a los más necesitados y marcharse a Mira con su tío para dedicarse al sacerdocio.
Allí fue nombrado obispo y se convirtió en santo patrón de Turquía, Grecia y Rusia. Además fue nombrado Patrono de los marineros porque, cuenta una historia que, estando alguno de ellos en medio de una terrible tempestad en alta mar y viéndose perdidos, comenzaron a rezar y a pedir a Dios la ayuda del santo, y las aguas se calmaron.
San Nicolás falleció el 6 de diciembre del año 345. Puesto que esa fecha está muy próxima a la Navidad, se decidió que este santo era la figura perfecta para repartir regalos y golosinas a los niños el Día de Navidad. Desde el siglo VI, se empezaron a construir templos en su honor y en 1087 sus restos fueron llevados a Bari, en Italia.
Posteriormente, en el siglo XII, la tradición católica de San Nicolás creció por Europa, y hacia el siglo XVII emigrantes holandeses llevaron la costumbre a Estados Unidos, donde se suele dejar galletas o pasteles caseros y un vaso de leche a Santa Claus.
Por cierto, como curiosidad, el nombre Santa Claus se creó a raíz del nombre del santo en alemán, San Nikolaus. De ahí saldrá lo de 'Claus'.
El aspecto de San Nicolás de Bari era muy distinto al que se le atribuye hoy: tenía complexión delgada y era de gran estatura. Y el hecho de que lo representen siempre con una bolsa y tenga la fama de repartidor de regalos se debe a que, en cierta ocasión, el santo tuvo conocimiento de que la hija de uno de sus vecinos iba a casarse y su padre no tenía dinero para la dote, por lo que decidió entregarle una bolsa con monedas de oro. Así, la boda pudo celebrarse y, desde entonces, cobró fuerza la costumbre de intercambiar regalos en Navidad.

Fuente: https://www.guiainfantil.com/navidad/papanoel.htm


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